Através del miedo
Por Mercedes Campiglia
Yo no había podido estar en su parto anterior porque un viaje se interpuso en nuestros planes, pero nos reunimos al recuento de lo ocurrido y la supe que la experiencia no había sido sencilla. Una ruptura de membranas, la decisión de inducir, muchas oxitocina sintética, horas y horas de contracciones en el hospital, jalones, empujones y tajos para sacar al niño del vientre y, para completar el cuadro, una infección que les llevó a pasar días separados...
Quien se ha quemado una vez le tiene miedo al fuego. Y así llegamos a este segundo nacimiento, con bastante susto y buscando aprender de lo ocurrido para trazar caminos nuevos. Cambio de médico, de sitio, de doula, de estrategias. Sabíamos ahora que convenía cultivar la paciencia y esperar a que el parto tomara su rumbo respetando el ritmo que le fuera marcando el cuerpo, sabíamos también que convenía tratar de abrir los espacios de la pelvis para ayudarle a esta bebé a acomodarse mejor de lo que lo había hecho su hermano y evitar así los forcejeos, sabíamos que el camino podía llegar a ser largo y que convenía transitar la mayor parte del recorrido en casa.
Ellos se prepararon, asumieron la de responsabilidad que les correspondía y se dejaron guiar, eligiendo confiar a pesar de sus temores... Terapia de suelo pélvico, ejercicios para ayudar a la pelvis a abrirse, estrategias para mejorar la posición del bebé en el vientre y regularizar así unas contracciones que tardaban en establecerse, paciencia para esperar en casa a que el proceso madurara lo suficiente...
"Siento que se está repitiendo la historia" dijo ella en un momento. Porque los miedos son difíciles de remover de nuestro sistema e insisten en cobrar la forma de fantasmas que nos asechan. Pero las historias no se repiten, son siempre frescas porque el caudal de la vida corre y se renueva. Esta historia no se parecía en nada a la previa.
"Tengo miedo de lo que siento" confesó entonces, abriendo su corazón. Y cuando se abre el corazón, el periné le sigue el paso, porque misteriosamente son músculos que avanzan de la mano.
Y sí, para parir no hay otra puerta más que la de atravesar el miedo; no existe camino alterno. Tenemos que lanzarnos valientemente al mar de sombras y sumergirnos, confiando en que nos alcanzará el aliento para llegar al otro lado de sus aguas. Así lo hizo y el resultado fue un nacimiento hermoso, adentro de una tina de agua, arropado por el amor y arrullado por música suave y olor a incienso.