Por Mercedes Campiglia

El embarazo y el parto son grandes maestros, a pesar de que intentemos resistirnos con uñas y dientes al mensaje que nos ponen frente a la mirada. Su irrupción en nuestra vida nos obliga a asumir que existen eventos en los que no poseemos el control; esa sola idea puede resultar aterradora en un mundo en el que se nos enseña que aquel que triunfa es quien “toma las riendas de su destino”. El surgimiento de la vida nos confronta con la verdad que tratamos siempre de barrer bajo la alfombra… no tenemos la sartén por el mango aunque nos esforcemos en hacerle creer eso a quienes nos rodean y tratemos de creerlo nosotros mismos para apaciguar a nuestra perturbada conciencia.

 

El embarazo

El embarazo, no sólo llega cuando se le da la gana, sino que de hecho, se produce cuando soltamos la fantasía de control. Es increíble la cantidad de casos documentados de parejas que han buscado embarazarse sin éxito recurriendo incluso a la ayuda de la medicina, hasta que llega el momento en que se dan por vencidas y adoptan un niño o renuncian directamente a la paternidad. Es justo en ese momento que el embarazo se produce y los sorprende… cuando han soltado la fantasía de control. El embarazo sorprende siempre; su naturaleza misma está en el orden de lo inesperado; si tratáramos de agendarlo, se revela y nos confronta con el límite de nuestra capacidad de controlar.

 

El parto

Lo que ocurre con el parto es básicamente lo mismo, inicia cuando el organismo del bebé decide que es momento de nacer y hay en verdad pocas cosas que pueda hacer una madre para revertir este hecho; salvo programar una cesárea o una inducción… claro está. El punto es que el momento en que el nacimiento ocurrirá, si aspiramos a tener un parto natural, no es algo programable.  

Una vez que el barco ha zarpado y el trabajo de parto inicia, la labor de la mujer que está pariendo, contrario a lo que pudiera pensarse, no es tomar el timón de la nave sino abandonarse al oleaje de las contracciones y el vaivén de su cuerpo. Dejarse llevar por las aguas del nacimiento, esperando ver a qué destino la conducen. El parto no se rige por el control, aunque paradójicamente está por completo a cargo de la mujer. Se trata de un evento que ocurre en su cuerpo y del cual ella forma parte; así como el desarrollo del bebé tiene todo que ver con la mamá pero no está en absoluto relacionado con un acto de control, el trabajo de parto prospera si la mujer es capaz de entregarse y soltar. 

Hay pocas cosas más difíciles de conseguir que soltar el control cuando hemos sido condicionados para hacer exactamente lo contrario, cuando buscamos seguridad intentando tomar el control de las situaciones, de las relaciones, del destino. Quizá es por eso que el embarazo y el parto son maestros tan poderosos, porque nos enseñan una verdad que transforma por completo nuestra percepción de la vida; tenemos que aprender a soltar. Y quizá por eso también es que a muchas de las mujeres, hoy en día, les resulta complejo embarazarse y parir. Y lo más maravilloso del asunto es que cuando dejamos de forcejear y nos entregamos a la experiencia, descubrimos la joya oculta en ella, el verdadero poder que habitaba en lo más profundo de nuestro ser sin que siquiera sospecháramos su existencia.