Por Mercedes Campiglia

Pareciera que de un tiempo a acá las mujeres en las grandes ciudades nos hemos olvidado de cómo traer hijos a este mundo y tenemos que prácticamente certificarnos en cursos de preparación para el parto antes de sentirnos listas para enfrentar el nacimiento, que por otra parte, no es más que un evento fisiológico que simplemente ocurre en nuestro cuerpo. ¿Qué pasa entonces? ¿Son los cursos de preparación para el parto necesarios o se trata de una suerte de “moda” sin mayor sentido; uno más de los millones de productos que nos venden cuando vamos a convertirnos en padres aprovechándose de la inseguridad que este hecho nos genera?

Si observamos la historia de la humanidad, los cursos de preparación para el parto son ciertamente algo nuevo; ¿cómo hacían entonces las mujeres para parir cuando no existían las educadoras perinatales ni las instructoras de psicoprofiláctico o Hypnobirthing? ¿Cómo hacen hoy las que viven en los campos o en los montes? Históricamente las mujeres hemos aprendido a parir acompañando a otras en la experiencia de sus partos. Asistiéndonos unas a las otras nos hemos enseñado. Nos transmitimos de forma natural y espontánea los saberes acerca del parto, sus sonidos, sus olores, sus tiempos y sus pausas. Tras acompañar a otra a parir, la primeriza llegaba a su parto consciente del reto que tenía enfrente y armada de recursos para afrontarlo. Cuando hace sólo algunos años en la historia de la humanidad, se desplazaron masivamente los partos de las casas a los hospitales, quedó exiliado el nacimiento de la vidas cotidiana de las grandes ciudades y se convirtió en un misterio del que parecieran sólo saber los profesionales especializados en el tema.

Así pues, lo más frecuente hoy en día es que el primer parto al que asistamos sea al nuestro; y llegamos las más de las veces aterradas. Se habla poco de los nacimientos y lo que se cuenta, con frecuencia, son historias de terror capaces de quitarle a la futura madre el sueño por semanas. Sabemos poco y sabemos mal. Con la creciente medicalización en la atención de los nacimientos, nuestro imaginario en torno al parto está poblado de batas azules, cubre-bocas, equipo especializado que desconocemos, sueros, quirófanos y personal corriendo en los pasillos de los hospitales como si volverse madre fuera una especie de emergencia. Llegamos al parto encendiendo veladoras a la Virgen y suplicando sobrevivir a la experiencia.

Entonces, si bien no es requisito para nadie tomar un curso de preparación para el parto, el simple hecho de acercarse a otras mujeres que han recorrido este camino y compartir historias que no necesariamente son aterradoras ayuda, al menos, a desintoxicarse. Permite visibilizar la desinformación que no hace más que asustarnos y pone a dialogar las imágenes e historias de partos maravillosos con todas esas otras capaces de competir con las del mejor thriller del momento.

El curso de preparación para el parto es, esencialmente, un espacio de diálogo y transmisión de saberes entre mujeres. No es otra cosa que una modalidad moderna del encuentro ancestral entre pares que han de transitar por una misma experiencia. No es el único espacio posible de encuentro, por supuesto, pero es una alternativa que parece funcional en sociedades llenas de ocupaciones en las que los espacios para la colectividad son cada vez más reducidos.

¿Y cómo elegir un sitio adecuado para prepararse si se ha decidido hacerlo? Evidentemente en éste, como en cualquier otro ámbito, hay de cursos a cursos. Así como existen los que están diseñados para tranquilizarnos y ayudarnos a recuperar la confianza en nuestro cuerpo, al que pareciera que arrastramos por esta vida como si fuese una carcaza, los hay también que están simplemente pensados para reproducir el modelo de atención medicalizada en el que se invita a la mujer a entregarse en manos del equipo médico sin chistar. Si decidimos tomar un taller de preparación para el parto tenemos que elegir con cuidado.

Un curso que pretende enseñarnos a parir, es decir, que se suma a la tendencia de robarle a la mujer el protagonismo de la experiencia y pretende imponernos modos correctos de respirar, de pujar, de moverse… es un curso que, de entrada, debería generarnos cierta desconfianza. Recientemente recibí la llamada de una mujer que quería que la acompañara en su segundo nacimiento porque no estaba satisfecha con los servicios que le había dado su doula en el primero. Al hablar conmigo se quejó de que en el momento del pujo la doula se había negado a enseñarle cómo debía hacerlo y que se había limitado a decirle que escuchara su cuerpo. Desde ese momento supe que yo no era la doula que ella estaba buscando.

No necesitamos que nos enseñen a parir, nuestro cuerpo sabe hacerlo, pero ayuda que nos expliquen cómo es que funciona este proceso y de qué manera podemos colaborar activamente para facilitarlo. Es útil reconocer adentro nuestro a la pelvis, el periné, la oxitocina, el cuello uterino… y entender qué papel jugarán en el nacimiento. Acercarse al cuerpo, reapropiarse de sus rincones y fascinarse con todas sus capacidades y potencialidades nos prepara para el parto. Nos sirve, aunque parezca secundario, que nos recuerden que sabemos parir pese a que el mundo entero nos diga lo contrario. Cuando estamos embarazadas necesitamos que nos cuenten cómo es este viaje que emprenderemos y que nos ayuden a trazar un mapa que nos permita orientarnos. Un curso de preparación para el parto debe hacernos sentir poderosas y capaces de tomar decisiones. No vamos allí para que nos digan dónde y con quién parir a nuestros hijos sino para que nos orienten para hacer las preguntas pertinentes a los médicos, las parteras, los hospitales, las maternidades que nos asistan.

Hoy en día, tristemente, la inmensa mayoría de estos cursos están orientados a mujeres capaces de pagarlos, es decir, a una microscópica porción de la población. El verdadero reto consiste en hacer que este tipo de espacios de encuentro en los que se construyen y transmiten los saberes de las mujeres estén abiertos para todas. Porque no, no necesitamos que nos enseñen a parir, pero sí necesitamos saber del parto, saber de nuestro cuerpo y saber de los estudios que se hacen alrededor del mundo y que determinan cuáles son los modelos de atención que resultan más benéficos para madres y recién nacidos de modo que tengamos los elementos necesarios para tomar con confianza el timón del barco y emprender el viaje.