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¿Será una Depresión Posparto?

Por Mercedes Campiglia

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Cuando un bebé ha nacido es común que los afortunados padres tengan impaciencia por arrancar en casa con la nueva vida que les espera, ansiosos por estrenar la cuna, la carreola, la tina de baño y los cientos de chucherías que han preparado para recibir a su pimpollo. Lo cierto es que la realidad que les aguarda dista mucho de sus sueños acaramelados de tardes apacibles en las que deleitarse con la sonrisa del pequeño. Los bebés chiquitos representan un verdadero reto. Habitualmente duerman menos de lo que nos contaron, tarden más en comer de lo que habríamos deseado y necesiten ser cambiados más veces de las que jamás hubiéramos podido imaginar… Es en verdad increíble la cantidad de formas en las que un bebé puede ensuciar una muda de ropa. 

Así pues, aunque estos padres hayan buscado el embarazo, aunque se hayan derretido de amor al escuchar por primera vez los latidos de su minúsculo hijo adentro de la panza, aunque hayan esperado con ansias el momento del parto, pueden sentirse frente a la realidad de la paternidad, francamente abrumados. Y entonces, entre ataques de llanto repentinos o crisis nerviosas enigmáticamente desencadenadas ante un pañal desbordado, surge el fantasma de la depresión postparto (DPP). 

El termino “depresión postparto” ha sido tan llevado y traído que pareciera formar parte del camino a la maternidad. Lo escuchamos en programas de radio, lo leemos en revistas, lo comentamos en los cafés con las amigas. No resulta entonces extraño que las mujeres se enfunden rápidamente en la categoría en cuanto las sensaciones que les genera su maternidad flamante no respondan a lo que ellas hubieran esperado. Yo, personalmente, considero que hay que tener sumo cuidado al aplicar esta etiqueta a la realidad turbulenta y confusa de las madres que se enfrentan a la crianza de un bebé pequeño. La cualidad de patología que se le imprime al padecimiento, tiene un tufo a cuestión fisiológica que resulta paralizante. Ante una DPP se esperaría que la madre se pusiera enteramente en manos de un especialista que se encargara de compensar su desequilibrio hormonal y psíquico. Debe quedar claro, antes de seguir adelante con esta reflexión, que no pretendo negar en absoluto la existencia de este cuadro específico, pero como sucede con muchas de las patologías de nuestro tiempo, considero que está sobrediagnosticado. Y ante las etiquetas, defiendo el derecho a la tristeza, a la confusión, al cansancio, al desconcierto… que son temas de los que podemos hacernos cargo.

En mi experiencia, antes de diagnosticar o autodiagnosticarse una DPP, vale la pena intentar una serie de estrategias que en la inmensa mayoría de los casos, permiten retomar las riendas y volver a reír más de lo que se llora. Habitualmente los sujetos podemos hacernos cargo de nuestras emociones y ajustarnos a las transformaciones que la realidad nos plantea si miramos analíticamente la situación y ajustamos un par de piezas. Así que les dejo una serie de recursos concretos que en mi experiencia acompañando a mujeres en el camino de volverse madres, han dado excelente resultado:

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  • -    El primer punto a considerar es la necesidad de acompañarse. En nuestra cultura se nos ha hecho creer que hacer familia es una cuestión privada. Se invita a los padres que esperan un hijo a procurar una especie de aislamiento que, en mi experiencia, termina resultando contraproducente. Para adaptarse a la nueva condición de vida que representa la llegada de un hijo, quizá necesiten un poco de ayuda. Pueden ser un bálsamo indescriptible la cercanía con la familia, los amigos, algunos grupos de padres... La crianza suele ser mucho más sencilla y gozosa en colectivo, contrario a lo que podríamos pensar en el entorno individualista de nuestras sociedades. 
  • -    Buscar ayuda con las tareas de la casa es importante. Un par de días en que alguien más cocine, baje un poco el cerro de ropa sucia y pongan cierto orden en el caos pueden marcar una gran diferencia. No necesariamente podemos contratar una persona que se encargue de estas tareas pero, nuevamente, podemos aprovechar la ayuda que nos ofrecen los que nos rodean. 
  • -    Hay que evitar, a toda costa, quedarse encerrados. Por alguna razón nos hemos hecho a la idea de que si tenemos un bebé pequeño debemos permanecer encerrados en casa una cuarentena completa. Habrá para quienes esta práctica resulte gozosa, pero en la mayoría de los casos representa un verdadero padecimiento. Si un fin de semana dentro de la casa puede poner al más sensato a arañar las paredes, una cuarentena con un bebé llorando puede resultar directamente enloquecedora. Además, los bebés adoran salir; les gustan el ruido y las hojitas de los árboles, les entretiene el movimiento… y les arrulla. Yo recuerdo que cuando tenía hijos chiquitos y nada funcionaba, salía a la calle, a veces simplemente a dar la vuelta a la manzana. El aire en el rostro nos despeja, saludar a otras personas, mirar paseando a los perros. Cuando un bebé es amamantando, tiene el mismo sistema inmunológico que su madre y su temperatura corporal es la misma que la nuestra; no existe razón médica para quedarse encerrado. 
  • -    Incorporar a la rutina cosas que produzcan placer es también, en mi experiencia, algo fundamental. La crianza puede ser muy exigente al inicio y vemos nuestra vida convertida en una serie ininterrumpida de tareas a realizar. Hacer algunas cosas placenteras cada día como comer helado, tirarse en el pasto a tomar el sol, darse un baño largo cuando alguien pueda encargarse del bebé por un rato... son cosas sencillas que pueden ayudar a pasarlo mejor. 
  • -    Amamantar definitivamente ayuda. Las altas dosis de oxitocina que producimos durante la lactancia nos ayudan a disfrutar. Si dar pecho no está resultando sencillo, acercarse a un grupo de lactancia puede ser una buena idea. Habitualmente son gratuitos y permiten despejar dudas además de ser un espacio para encontrarse con otras mujeres que están pasando por las mismas dificultades que uno. Puede resultar fundamental para mejorar el ánimo descubrir que no se es la única que no ha dormido en el mundo. 
  • -    Altas dosis de contacto. Conseguir un fullar y cargar o portear al bebé puede ayudar significativamente a reducir la angustia. Por lo regular los bebés chiquitos necesitan la cercanía física con sus madres. Pasar horas tratando de dormirlos para dejarlos en una cuna que pareciera ser de clavos porque se despiertan en cuanto los acuestas puede convertirse en un infierno. A veces es mejor llevarlos pegados al cuerpo y dejar de pelear con ese tema. El olor, el sonido, el calor de la madre les arrulla y les hace sentir seguros. Adentro de la panza estaban contenidos y meneados constantemente, una cuna quieta, silenciosa y sin contención alguna puede resultar inaceptable para un bebé recién nacido. También hacerlos taquito para dormir ayuda a que tengan periodos de sueño más largos. 

Pero no sólo los bebés necesitan contacto, también lo necesitas sus madres. Cuando llega el momento en que queremos arrojarlos por la ventana, lo que mejor funciona es desnudarlos, descubrirnos el pecho y quedar piel a piel abrazados por un largo rato. Sentir cómo nuestros cachorros descansan confiados sobre este cuerpo que es su morada, es el mayor de los bálsamos para la desesperación. Somos, aunque nos cueste aceptarlo, mamíferos y necesitamos oler y sentir a nuestras crías para enamorarnos de ellas con todas las incomodidades que representan. 

Así que les dejo algunas estrategias que se pueden aplicar antes de decidir que estamos frente a una DPP... Seguramente habrá cientos de otras, pero éstas son las que yo he encontrado. Y si aún así no logramos dejar de sentir más tristeza que alegría, quizá sea buena idea buscar a un profesional que acompañe el proceso, alguien capacitado para escuchar y contener el dolor de las heridas que pueden abrirse en el tránsito de volverse madre.


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¿Estamos hechos el uno para el otro? El dilema de elegir un médico

 

Por Mercedes Campiglia

Debe haber en esta vida pocas cosas más difíciles de elegir que un médico. Elegir carrera vaya y pase, pero elegir un profesional de la salud para ponerte en sus manos, eso sí que es algo delicado.  ¿Será el indicado? Nos preguntamos mientras le observamos intentando escudriñar en sus intenciones. Y es que no es poco lo que está en juego… y el cuadro se complica aún más cuando elegimos un obstetra en cuyas manos depositaremos no sólo nuestra salud sino la responsabilidad de cuidar a la criatura que celosamente llevamos en el vientre.   

Yo debo confesar que he sido una paciente libertina que difícilmente pasa de la primera cita y he ido de consultorio en consultorio resignándome a elaborar una y otra vez mi historia clínica porque mis estándares para elegir un médico son definitivamente elevados. Con el paso de los años he ido encontrando a mis médicos y aunque no considero que ninguno de ellos sea perfecto, se han ganado mi confianza lenta y gradualmente. Tengo un pediatra del que mi hermana salió huyendo, tengo un médico de cabecera que muchas de mis amigas consideran que está demente y un equipo nutrido de obstetras, que si bien no uso personalmente porque terminó mi paso por las salas de partos hace ya tiempo, sí recomiendo a las mujeres que acuden a mí buscando consejo.

En mi trabajo es común que las parejas se acerquen a pedir orientación para elegir un obstetra. Las doulas, tenemos una vista privilegiada de la práctica médica. Vemos a los médicos trabajar constantemente. Los encontramos en los congresos, los topamos en los pasillos de los hospitales, compartimos con ellos noches enteras sin dormir y con el paso de los años nos toca verlos eventualmente resolviendo situaciones complicadas. Sabemos si meten mucho o poco la mano si son pacientes o inquietos, si les alteran los gritos o pueden vivir con ellos… Observamos el modo en el que diferentes médicos abordan las mismas situaciones y recibimos constantemente las impresiones de sus pacientes. Todo ello nos tendría que permitir recomendar con soltura a uno u otro llegado el momento pero, como ya lo dije, hay pocas cosas más difíciles para mí que elegir un médico.

Cada vez que una mujer embarazada se acerca pidiéndome la recomendación de un obstetra empiezan a bailar en mi mente toda clase de consideraciones, desde las económicas hasta las cualidades de carácter. Estoy convencida de que no hay un médico bueno para todas las mujeres, creo que más bien se trata, como en las relaciones amorosas, de encontrar tu media naranja y eso no siempre ocurre fácilmente. Así que ante la pregunta ¿Qué médico me recomiendas? quedo en la incómoda posición de celestina y trato de pensar en las cualidades ideales para esa mujer. ¿Cuál es su historia? ¿Qué cosas son importantes para ella? ¿Qué la trae hasta mí con esa inquietud? Una mujer puede derretir de amor por alguien que no sería capaz de arrancarle a otra ni un suspiro. 

Ojalá el problema se limitara a seleccionar alguien con suficiente pericia y alto grado de profesionalismo. Ello resulta sin duda indispensable, pero el tema no se limita a ello, necesitamos que el corazón de su aprobación para poder entregar nuestro cuerpo sabiendo que no saldremos lastimadas… y ahí empieza a complicarse la cosa. La fachada científica que recubre a la profesión médica, nos podría hacer pensar que la elección del médico es un tema frío que tiene que ver exclusivamente con una serie de procedimientos que se decide practicar o evitar, pero el tema es mucho más vasto que eso.

Así que como una primera orientación para las almas que no encuentran fácilmente sosiego poniendo su cuerpo en manos de un profesional de la salud, he diseñado este sencillo test que les ayudará a saber si esa persona sentada al otro lado del escritorio es compatible con ustedes; si están hechos el uno para el otro. 

1.    Cuando llega el día de tu cita:

a.    Empiezas a sudar frío y experimentar ataques de angustia sin motivo aparente.

b.    Sientes fastidio porque tendrás que modificar tu rutina y postergar la cita con el manicurista.

c.    Te alegra saber que llegó nuevamente el momento de escuchar el tum tum de los latidos de tu bebé y confirmar tu sensación de que todo marcha bien por ahí adentro. Además ya tienes una laaaarga lista de preguntas para comentar con tu doctor y no puedes esperar más para bombardearlo con ellas.

2.    Cuando entras al consultorio de tu médico:

a.    Invariablemente te atiende en 15 minutos mientras revisa sus anotaciones y toma más notas de las que nunca te comenta.

b.    Se refiere a ti con una cordialidad que resulta prefabricada y tienes la sensación de que ha repetido esas mismas frases ya varias veces en el día cuando llega tu turno.

c.    Te pregunta acerca de cosas personales de las que han hablado en consultas previas y te consulta con interés acerca de tus temores y dudas. Te mira a los ojos cuando hablan y no se limita a tocarte cuando necesita revisar el cuello del útero.

3.    Cuando estás en consulta:

a.    Deseas que todo termine lo más pronto posible antes de que tu médico descubra nuevos posibles factores de riesgo que te provocarán insomnio hasta la consulta siguiente.

b.    Quieres acabar con el trámite para seguir adelante con el resto de tu rutina, como cuando vas al banco o al supermercado. Tu vida es demasiado agitada como para estar yendo a consulta a cada rato.

c.    Disfrutas de charlar y fantasear acerca de la llegada de tu bebpues lleva su equipo de profesionales.to y que no es  de tu bebrprevias y te consulta acerca de tus temores y dudas.os...os con é que se aproxima y sales cada vez más emocionada pensando que el día del parto será especial.

4.    Cuando le hablas de lo que te gustaría el día del parto:

a.    Te pregunta de dónde sacaste esas ideas y te dice que las mujeres de hoy ya no sirven para parir porque a causa de la evolución el cerebro de los niños es cada vez más grande. Eso sin considerar que tienes una pelvis demasiado estrecha.

b.    Te dice que no te preocupes por nada, que él se encargará de proveerte todo lo necesario en el momento pues lleva su equipo de profesionales el día del parto. 

c.    Te pregunta acerca de tus expectativas y te cuenta con detalle la forma en que suele atender los nacimientos explicándote las razones que avalan sus prácticas. Sorpresivamente descubres que parece no haber incongruencias entre lo que él te explica y lo que recomiendan la OMS o la Secretaría de Salud!!!

5.    Cuando le hablas acerca de las 6 prácticas para un nacimiento saludable promovidas por la OMS:

•    Permitir que el parto inicie por sí mismo.
•    Moverse, cambiar de posición y caminar durante el trabajo de parto.
•    Evitar intervenciones médicas de rutina.
•    Acompañarse de una doula o un ser querido el día del parto.
•    Evitar pujar acostada boca arriba. 
•    Evitar la separación de bebé y mamá después del nacimiento.

a.    Él resopla y te dice “ya me vas a pedir el bloqueo… todas lo piden”. Y de una vez te manda maduradores pulmonares por si el bebé llegara a adelantarse.

b.    Él te aclara que está de acuerdo con respetar lo que tú quieres en la medida de lo posible pero… “no le gusta esperar más allá de la semana 40, te recomienda usar la epidural para lo cual necesitas estar acostada y monitoreada, pero te aclara que de cualquier forma no tienes que preocuparte por la evolución del parto porque como te pondrá un poco de oxitocina vas a avanzar más rápido. Te dice que prefiere las episiotomías a los desgarros y que desde el principio te va a poner un suerito para tener una vena permeable por si algo se complicara. Tienes que entender que en el momento de que nazca tu bebé te tienes que acostar para que él pueda trabajar y además en las salas de expulsivo del hospital en el que él trabaja sólo tienen camas de parto convencionales. A tu bebé sí te lo puede dar 5 minutos para que le des su besito antes de que se lo lleven al cunero a regularle la temperatura”.

c.    Te dice que en tanto todo marche bien, como es previsible ya que has tenido un embarazo muy saludable, él está de acuerdo con respetar todas estas prácticas, de hecho es lo que hace en todos sus nacimientos. Te comparte información sobre estudios recientes acerca de los beneficios del parto humanizado y te alienta a prepararte para recibir a tu bebé.

 

RESULTADO

Si tienes mayoría de a, has llegado con el médico indicado si estás buscando una cesárea programada y te aterra pensar en el parto. Si en la medida de lo posible desearías estar inconsciente durante el proceso y que te entregaran un bebé limpio y rosado al día siguiente, has encontrado el médico perfecto para ti.

Si tienes mayoría de b, has hallado a tu media naranja si lo que deseas es un nacimiento convencional en una institución convencional. Si piensas que el nacimiento es el palazo que te tienes que chutar para comerte el cacahuate de la piñata y esperas que pase lo más rápida e inadvertidamente posible, has dado con el médico perfecto para ti. 

Si tienes mayoría de c, debes salir corriendo, a menos que lo que estés buscando sea un nacimiento humanizado… Has encontrado a tu media naranja si crees que el parto es un momento único y maravilloso y te gustaría participar activamente en el nacimiento de tu bebé sintiéndote la capitana del barco. 

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Cesárea después de cesárea

Por Guadalupe Trueba

La posibilidad de tener un parto normal después de haber tenido una cesárea no sólo es posible, sino que debe intentarse y estimularse…  A veces, sin embargo, hay que enfrentarse a la decisión de hacer de nuevo una cesárea, como cuando después de más de doce horas trabajando con una mujer se confirma que el parto no progresa. He acompañado varios nacimientos en los que parece como si todo se estanca y nada avanza ni para atrás ni para adelante, y en un momento dado el médico comenta “veamos que sucede en un par de horas más”, para después confirmar que a pesar de la espera “nada ha cambiado”. Esto es algo que a todos entristece aún sabiendo que lo que se prioriza es el bienestar de la mamá y de su bebé por nacer. Si es difícil para todos –mamá, papá, médicos, doula-  me pregunto ¿cómo será esta situación para el bebe por nacer? ¿Qué sentirá después tantas horas bañado en hormonas cuando la puerta no se abre para salir? Nunca en un nacimiento debemos olvidar al pasajero del viaje.

Todos los que estamos trabajando para lograr un parto vaginal después de cesárea confiamos en que el trabajo de parto progresará y se conseguirá un exitoso nacimiento. Mediante una planeación detallada y una vigilancia cuidadosa buscamos que la labor de parto y el nacimiento fluyan de forma normal, poniendo particular atención al entorno de respeto, a la intimidad de mamá y a hacer que se sienta segura y tranquila. Un ingrediente importante en estos nacimientos es la NO medicación y la NO intervención que puedan alterar la fisiología, y por sobre todas las cosas una gran dosis de paciencia, confianza y dedicación.

No hace mucho después de una cesárea me acerqué al médico a preguntar cuál había sido la razón por la que el parto no progresaba. Con tristeza me dijo que no lo sabía y que con seguridad hubiera sido cuestión de tiempo. “Había que haberle dado más tiempo…” La decisión de no seguir adelante con el trabajo de parto fue tomada por la mujer, quien atemorizada y sintiendo que este nacimiento sería igual al anterior, ya no quiso seguir por tiempo indefinido en labor de parto y optó por una segunda cesárea.

Al día siguiente la visité en el hospital y después de encontrarme con una mamá feliz abrazada a su recién nacida y satisfecha de que no se la hubiera separado de su pecho ni un instante, fui a visitar al ginecólogo. A él lo encontré triste; se había visto en la necesidad de operar cuando los planes eran tan diferentes. Había escuchado a la mamá decir varias veces en consulta que deseaba un parto antes que otra cesárea. El médico simplemente me comentó: “Sí, ella está muy bien y se siente muy bien, pero yo no; le pusimos muchas ganas y me siento triste de que no se lograra”.

Fue hermoso escuchar los sentimientos de un médico sensible que buscaba satisfacer a su paciente y que logró hacerlo, si bien por un camino distinto al que tenía planeado. Nunca hay comentarios adecuados para los sentimientos; los sentimientos no se pueden argumentar, uno se siente como se siente y no hay más que discutir.

Durante un parto vaginal después de cesárea que se alarga, se complica o parece no avanzar, escuchar los sentimientos de la mamá suele ser tan importante como escuchar los latidos del bebé… pienso yo… Si mamá tranquilamente nos indica que no se siente segura en seguir adelante, habrá que ayudarla a expresar sus miedos, responder a sus dudas y respetar sus deseos.

Como acompañante en el parto, cuando me encuentro ante el hecho de que hay que hacer una cesárea otra vez, me queda la satisfacción de haber intentado todo lo humanamente posible para que hacer de ésta una experiencia distinta. Muchas mujeres sienten una gran felicidad por el bebé que acaban de recibir pero una enorme desilusión con la experiencia del nacimiento. No podré cambiar lo que tiene que suceder, pero sí puedo intentar modificar la manera en que ella recuerde lo que acontecerá de cualquier modo y que esta segunda experiencia sea mucho mejor que la anterior.

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